6 dic 2014

Pasó de dudar sobre los demás a hacerlo con ella misma. Se dio cuenta que solemos convertirnos en aquello que no queremos, que pretendemos tener lo que no tenemos, y si lo tenemos demasiado ya no lo queremos. Que cometemos el error de apreciar ciertos momentos, personas, u objetos cuando ya no se encuentran a nuestra disposición. Se dio cuenta de que amamos el sufrimiento, que lo buscamos, que vivimos de él. Es cómo si abriéramos los ojos pero nunca lo hiciéramos lo suficiente como para ver con total claridad. Y se cuestionó sobre eso tantas veces que se convenció a sí misma de que intentaría realizar su propio cambio, quiso marcar su propia diferencia en su tipo de sociedad que estaba acostumbrándose de a poco a hacer todo al revés de como deberían hacerlo. Le agradaba la idea de poder abrir los ojos de los demás tanto como para que entendiesen el inmenso error que se estaba cometiendo. Pero no se dio cuenta de que no todos quieren que sus ojos sean abiertos, que prefieren vivir engañados consigo mismos en vez de aceptar realmente la situación. Omitió el gran detalle de que la gente busca la felicidad en el sufrimiento, cómo si quisieran cambiar lo posible en lo imposible, tomando sus decisiones en base a un ejemplar (llamémoslo estereotipo) para disfrutar de una felicidad momentánea, y cerrar sus ojos idealizando el propio error para convertirlo en algo más irreal. Es cómo si se acostumbraran a sentir mal, ir en busca de aquello que no se tiene mientras algo se encuentra en busca de ellos mismos y no son capaces de comprender que allí se encuentra lo que en realidad deberían buscar. Pero comenzó a bajar los brazos sintiendo que no podría oponerse a todo aquello que estaba oponiéndose a ella. Que era demasiado diminuta en un mundo tan inmenso. Que los propios errores de la sociedad terminaban por arrastrarla a aquello a lo que no quería arrastrarse. Y cometió el mismo error que todos, en su propia búsqueda de al menos alguien que comprendiera sus subestimados pensamientos. Creyendo que encontró a aquel alma que se fusionaría con sus antiguas conclusiones, haciéndole saber que no es tan diminuta como creía. Pero era otra simple felicidad momentánea, sólo que era la primera vez que no estaba consciente de aquello. Y le otorgo este nombre debido a que la tenían a su completa y total disposición; pero justamente por eso no la querían tener. Por que le daría verdadera felicidad. Y nadie quiere arriesgarse a poder tener eso. 
Pero después de todo, ¿quién dice que estar dispuesto a dar algo significa que este sea aceptado? No se puede saber que podría haber sucedido, si simplemente nunca sucedió. Pero allí estaba, y no podía evitar sentir mal, elegir lo que no debería. Por que seguía queriendo creer que podía transformar lo intransformable para convertirlo en su propia felicidad. Pero después de todo... ¿quién dice que aquella búsqueda no era su felicidad? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te invito a transmitirme lo que sentiste. Acá podes ser.